Pablo García
El cinturón ajusta, el tremendo gasto en importación de combustibles y energía puso en rojo la balanza comercial, y la necesidad de contar con dólares para darle a las empresas y bancos multinacionales, para financiar importaciones y para pagar deuda externa, presiona y presiona. En todos los diarios y programas de televisión, en sus secciones de política nos machacan y nos machacan, Macri, Massa, Scioli y kirchneristas disputándose el favor de la opinión pública para sus candidaturas.
Lo que discuten es como garantizar gobernabilidad y quién de ellos podría hacerlo. La rebelión popular del 2001 le marcó la cancha al gran capital (local o extranjero), el pueblo argentino dijo “¡no da para más!”. De ahí los gobiernos que siguieron debieron entregar parcialmente muchas de las reivindicaciones exigidas, de orden social y económico, como democráticas. Ahora que el cinturón empieza a ajustar otra vez, el verdadero debate entre ellos es si la explotación del pueblo contemplará que coma miserablemente o ni eso, si se puede o no mantener “el gasto social”, y si no se mantiene, qué consecuencias puede tener, el gobierno lo ve indispensable para garantizar estabilidad y que una crisis social no les explote en la mano, con las consecuencias negativas para las ganancias que eso puede tener.
Todas las partes acuerdan en sacar del trabajo del pueblo el máximo de ganancias posibles. Todos acuerdan en que si la protesta social crece hay que endurecer la represión. Todos acuerdan en pedir nuevos créditos al exterior. Todos acuerdan en invitar a las grandes multinacionales a saquear el país. Mientras Sergio Massa y Macri golpean la puerta de la embajada norteamericana, al grito de “soy tu candidato”, el gobierno nacional vuelve al trote del endeudamiento internacional. Sacarle al pueblo hasta la última moneda para garantizar las ganancias, o sacarle casi todo pero con algún paño frío. Sin un gramo de progresismo, o con discurso progresista. Mirando de reojo, a ver si el pueblo salta o no, cuanto más aprieta la soga a la altura del cuello. Proteger la santa ganancia del gran capital, en eso, todos de acuerdo.